Un tipo casi normal...

No me gusta que me hablen los taxistas. Tampoco cuando me cortan el pelo. No me gusta que cuando estoy mirando ropa alguien se me acerque y me diga hola, ¿te puedo ayudar? Ni aunque esté buena. Me gusta leer libros de pie en las librerías, aunque me pongo nervioso cuando una chica se pone a curiosear un libro a mi lado. Cualquier día me dará por invitarla a un café. No me gusta el café. Lo de invitarla "a un café" sería sólo por convención, se entiende. Para que supiera que tengo huevos pero que no soy peligroso. Tú me decías eres peligroso, miras hondo. Y yo respondía, te dije que no te convenía quitarme las gafas. No me gusta hablar con desconocidos. Con algunos. El taxista de esta mañana. Sólo me corto el pelo tres veces al año. Tú me llamabas Principito.

domingo, 18 de enero de 2015

Cuando entrenábamos para ser Top Guns: Lección 1.- ESTÉTICA

Era monótona la instrucción. Pero  al menos en nuestros ratos libres  jugábamos partidos de fútbol contra los de otros cuerpos (los Rangers, los de Operaciones Especiales, los marines, etc.). Eran tipos súper competitivos. Nosotros no, nosotros preferíamos ganar, claro, pero no jugábamos por la victoria; lo que más nos importaba era la estética. Por eso desechábamos las opciones sencillas y prácticas, las que te aseguran casi siempre no perder, empatar a nada. Nosotros intentábamos lo improbable, movimientos de una belleza extraordinariamente arriesgada, como lanzar los penaltis a lo Panenka, como intentar convencerte de.
Intentábamos siempre la jugada más bonita, porque es mentira que el resultado sea lo más importante. Al final, si ganaste o perdiste se diluye en esa inercia del tiempo que lo convierte todo en pasado con valor relativo. Pero lo que nunca olvidaremos será aquella jugada, aquellos minutos de la segunda parte cuando todo era posible todavía (no por constancia, sino por ingenio y valor); cuando fuimos, en definitiva, mágicos. Aunque perdiéramos.

La Nadia que no veis